viernes, 15 de noviembre de 2013

Andanzas de EL Pibe

EL PESCADOR DE AGUAS PROFUNDAS


Esta la cuento porque la viví en carne propia, si me la chamuyan a mí, no la creo.
Era una fresca mañana primaveral, dotada de esa frescura que tiende a durar lo que la yerba bien en un mate cebado por mi señora...
El Pibe, o sea yo, se encontraba cumpliendo con su deber de asesino a sueldo, contratado para acabar con los bolsillos ajenos.-
Después de dos puteadas, un llanto y unos “Yo sólo soy empleado... ¿puedo?”, empecé a parar un poco la maquinita notificadora, sino no iba a poder justificar los tiempo...
Justo en ese preciso instante empieza a gestarse acción pura, dominado de pé a pá la escena.
A unos taitantos metros de un servidor, venía avanzando, a velocidad crucero, un viejito, encorvado y chiquitito, como tantos otros, ayudado por un bastón de madera y el viento a favor.
En la mitad del recorrido que separaba al viejito de El Pibe, de un edificio, hace su aparición una jovencita de cabellos rubios (quizás este detalle apuntalado por un Collestonazo), con un cuerpo agraciado y una belleza más bien mezquina, ayudada por una, a prima facies, simpatía notable.
La niña (y digo “niña” porque daba la sensación de no contar con muchos sufragios en su DNI) estaba como esperando a alguien.
El Pibe, asumiendo el papel de “guacho langa”, intentó ser ese “alguien esperado”, pero tal fue su frustración al descubrir que el viejito tripédico aceleraba su andar unos 50 cm/h, madrugando a este impuesto galán.
Debe ser su abuelo, me atreví a pensar, porque el viejito le sonreía y cambiaba su rumbo hacia la rubia mezquina.
La niña le devolvió la sonrisa y el viejito al encontrarse frente a frente con nuestra modelo de ocasión, disparó unas palabras demoledoras: -Hola belleza, ¿qué es “anymore”?-, haciendo referencia a palabras escritas en la remera de la joven, que rezaban algo así como “I don’t want to fuck you anymore”.
La niña, con dulce voz y simpatía, le responde: -No más... quiere decir “no más”-
En ese preciso instante, El Pibe descubrió en el viejito al terrible y nunca bien ponderado PESCADOR DE AGUAS PROFUNDAS y mi admiración en él creció como los yuyos después de la lluvia.
Para no perderme detalle, lo que siguió lo realicé en cámara lenta, hecho que al PESCADOR y a la rubia simpática les llamó la atención; no es muy común ver a un tipo caminando como astronauta en la Luna, pero como estaban en sus cosas... me ignoraron.
Pude escuchar como el VIEJO PESCADOR seducía, envolvía, maniataba y...y, estemmm, seducía a la niña mezquina.
Ella, acaramelada, respondía a todas sus acciones y el P.A.P. (PESCADOR DE AGUAS PROFUNDAS), poco a poco, iba trayendo la tanza con su presa, la que ya no era dueña de sí, hacia su caña.
 Seguí caminando con sólo un reojo hacia atrás y lo que éste me mostró me llenó de bronca y admiración hacia nuestro MAESTRO DE LA PESCA.
En mi interior se plantearon y replantearon nuevos y viejos conflictos. Los primeros se debieron a preguntas sobre si debía empezar a usar bastón y si me convenía desaprender el poco inglés que sé. Y los segundos, sobre quién me manda a caminar cuando hace tanto calor...
Un tiempo después de este hecho, y pasadas varias correrías debajo de mi puente, me encontraba realizando mi tarea sacerdotal (mi laburo es un sacerdocio) cuando debí pasar por el frente del Registro Civil, siendo testigo de la salida de recién casados.
Grande fue mi asombro cuando descubrí que el machito de la yunta no era otro que mi venerado PESCADOR DE AGUAS PROFUNDAS, quién había logrado obtener la pieza ganadora del concurso empezado hace un tiempo atrás.
Mucha gente quedó mirándome cuando me arrodillé frente a él y con una reverencia le dije que él era mi ¡MAESTRO!
El Viejito Pescador me regaló una sonrisa y un gesto de ganador...
Detrás de los novios salía, con arroz en las manos, la rubia Collestone, que no era otra que la nieta de la actual esposa del P.A.P.
Me acerqué a ella y le pregunté qué había pasado desde aquella vez en el edificio, respondiéndome, que el viejito la había usado como escalón para llegar a su abuela, astuto, paciente...
Invité a la joven rubia mezquina a un café, utilizando algo de lo aprendido por mi nuevo maestro, el PECADOR DE AGUAS PROFUNDAS, método que por supuesto sólo logró un rechazo instantáneo y feroz, razón por la que seguí pateando bolsillos de incautos contribuyentes.
Hïktor, el Peregrino Gris

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