Entre lo que se quiere y lo que se necesita... ¿hay algo o es un espacio en blanco? ¿Está ahí escondida, tal vez, alguna verdad?
Después de un rato, toda la música se hace conocida; los sentidos saturados, buscan y asocian, y cada sonido es, sin dudarlo, un son ya escuchado.
Se ven mover los labios, mueca desesperada que surge como vano intento de comunicarse. Unos labios se mueven, unas cabezas, asienten. Si se les presta mucha atención, labios y cabezas se comunican al ritmo de las luces.
Hace mucho tiempo que no salía, y mucho más tiempo que no lo hacía solo... unos pocos minutos le bastaron para arrepentirse.
Salido de la zona de confort para fundirse en una total incomodidad, se esconde en un rincón, donde, daba la impresión, que los bajos no le pateaban tan fuerte el pecho.
Dos, quizá, tres veces, las vio pasar, caminaban como fuera del tiempo (o tal vez, fuera del ritmo musical del lugar), mirando sin buscar... o buscando sin ver, pero sólo quizás.
Él centró su atención, ya hace rato desatendida, en ellas. No movían ni sus labios, ni sus cabezas, se miraban y se decidían, dueñas del espacio donde fluían. Se tentó, brevemente, en decirles algo, velozmente... se arrepintió.
En el silencio de su departamento, volvió a arrepentirse, su comodidad jugaba con doble cara. ¿Qué es lo que querìa?. ¿Qué es lo que necesitaba?.
No lo dudó, volvería a embotarse en música aplastante, dejaría que su pecho estalle, quizás, por què no, la suerte le diera una segunda oportunidad.
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