Nacimiento...

Mi panegírico personal dirigido a Hïktor el Ambidiestro, de Alcazandrïa la Magnífica, del linaje de los Simultáneos:
¿Recuerdas acaso la Planicie de Ceniza, el enemigo bifurcado de cien mil cabezas, Iddos, el Mago y la rotura del espacio-tiempo en el cielo herido de sangre, en la lejanía los tres orbes de plata y el doble sol en la espiral?
¿Recuerdas el día, la noche, el crepúsculo y las espadas de triple hoja cristalina?¿Recuerdas el canto?¿Recuerdas la batalla en este plano y en los otros?
(¿Recuerdas los poemas soñados y los sueños compartidos, el viento sobre la frente y el fuego de la tierra y todo aquel mundo del pasado?)
¿Recuerdas nuestra magia y nuestros músculos de cuarzo en tensión? (Iddos palidecía.)
¿O acaso te has olvidado, Hïktor, de tu coraje y bravura e la enorme palestra esférica (aquel mundo), en donde saltabas de reino en reino, de plano en plano, de color en color, y decapitabas al gigante-que-no-muere, y lo cortaste en trozos tan pequeños hasta que tuvo que exiliarse por sí mismo a un ínfimo y degradante reino subatómico?
¿Recuerdas las expresiones de los cien mil rostros, tu luz con mi luz contra los ojos ceñudos y enarcados de Iddos, el Nigromante?¿Y a nuestros camaradas y buestras oraciones a Rael, el ángel que vomita mundos en el Sacro Vórtex, y que fuimos los escogidos? (Los mejores de todos ellos.)
¿Y los eones?¿Y las visiones?
En los Maremágnum se dibujan nuestras sagas y epopeyas, ¡con materia estelar, constelaciones y las espirales que rotan! ¡Las gentes del Vacío nos han reverenciado, y Necragg'mar' la Negra que nos respeta! (Incluso Ella.)
¡Y las infinitas princesas en las torres separadas del mundo-anillo de Ellmïnïe, que nos ofrecieron sus besos y sus lechos!
...Te recuerdo como aquel día en Men-Tör-da'jr, la ciudad asediada de los demmonios-emperadores, con tu capa caballeresca de escarlata luminoso y tu cimera de dragón, con tus ojos arrojando llamas hacia el amigo como al enemigo, al bien y al mal (salvo a tus camaradas de sangre), profiriendo alaridos y carcajadas, riéndote de la tragedia de la existencia, de la confusión y de los Señores, ¡riéndote hasta de tí mismo!...
¡Estabas loco en aquellos días, todavía lo estás, Hïktor de Alcazandrïa, loco en la palabra y en tu esgrima, en tu hechicería y en los apabullantes colores de tus sueños!
Ahora, en tus innombrables existencias simultáneas (pues posees ese don, sólo tú...), recibe estas palabras de gratos recuerdos, pues la camaradería en la batalla es fuerte como las raíces de los inmensos árboles Lateríticos petrificados; es la savia por medio de la cual nos volvemos hermanos de sangre, de alma y espíritu. Y sé que en un futuro, cuando yo no seamos más que leyendas y que todas nuestras proezas queden sepultadas en las memorias de los pueblos, nuestros fantasmas se encontrarán para unirse con la dulce luz plateada de las estrellas...
Yo, yo te saludo.
Galieëlt el Uno